Médula ósea (histología)
Los huesos de nuestro esqueleto poseen una intrincada microarquitectura. Las cavidades creadas por la disposición trabecular en el interior de ellos contiene una mezcla de adipocitos y células sanguíneas en múltiples etapas de desarrollo. Este tejido es conocido como médula ósea y es responsable de la producción de varios tipos de células sanguíneas mediante un proceso conocido como hematopoyesis.
En este artículo abordaremos la histología y líneas celulares constituyentes de la médula ósea, además de procedimientos clínicos y patologías relevantes.
Definición | Tejido responsable de la producción de varios tipos de células sanguíneas mediante un proceso conocido como hematopoyesis |
Tipos de médula ósea | Médula ósea roja y médula ósea amarilla |
Tipos celulares |
Granulocitos (eosinófilos, basófilos y neutrófilos) Monocitos (macrófagos) Eritrocitos Megacariocitos (plaquetas) Linfocitos |
Vascularización e inervación | Arteria nutricia y venas nutricias Fibras nerviosas mielínicas y amielínicas |
Correlaciones clínicas | Aspiración de médula ósea y biopsia |
Anatomía macroscópica e histología
Tipos de médula ósea
La médula ósea carece de la rigidez del hueso en el que se encuentra contenida. Muy por el contrario, es una sustancia gelatinosa que ocupa completamente los espacios existentes dentro de la red trabecular del hueso. La médula ósea constituye alrededor del 4 a 5% del peso corporal total de un individuo. A pesar de que por eso podría ser considerada un sistema de categoría “peso pluma”, es en realidad un “peso pesado” en términos de sus funciones, ya que está encargada de producir plaquetas, linfocitos, eritrocitos, granulocitos y monocitos.
A decir verdad, sus funciones fundamentales son dos; una es la producción de células sanguíneas y la otra es el almacenamiento de grasa. Debido a esto se pueden reconocer dos tipos de médula en el cuerpo:
- La médula ósea roja, altamente vascularizada y hematopoyéticamente activa
- La médula ósea amarilla, rica en grasa y con menos centros de producción de células sanguíneas.
Médula ósea roja
En la médula ósea roja existen cúmulos de células hematopoyéticas que están distribuidas abundantemente a lo largo del tejido conectivo laxo que también es observado aquí. Estos grupos de células se encuentran cercanos a sinusoides, vasos sanguíneos relativamente grandes pero de pared delgada, que se anastomosan con los vasos nutricios del hueso. Las arterias nutricias que acaban de ingresar al hueso se anastomosan entre sí dentro de la médula ósea y posteriormente terminan en arteriolas que convergen para formar los antes mencionados sinusoides, los cuales posteriormente drenan en venas significativamente más grandes que al converger entre sí forman venas nutricias, las cuales abandonan el hueso a través de los mismos forámenes por los que ingresaron las arterias correspondientes.
La médula ósea roja es más abundante en todas las estructuras óseas desde la vida intrauterina hasta el quinto año de vida. A medida que la vida avanza, la médula ósea roja queda relegada a huesos específicos como los del esqueleto axial (cráneo, esternón, costillas, y vértebras), pelvis, clavícula y las epífisis de los huesos proximales de los miembros superior e inferior.
La sustancia de soporte de las células hematopoyéticas y adipocitos está hecha de reticulina, un fino colágeno tipo III que es producido por células reticulares derivadas del mesénquima (similares a fibroblastos). Existen también otras células que realizan tareas de mantención, por ejemplo los macrófagos, que facilitan la hematopoyesis fagocitando restos celulares generados durante el proceso.
Médula ósea amarilla
Dependiendo de la edad y de la demanda hematológica de un individuo, las células reticulares aumentan de volumen como resultado de un incremento en la ingesta de lípidos. De este modo se forma la médula ósea amarilla
Contiene principalmente tejido conectivo de soporte que proporciona el andamiaje para las estructuras neurovasculares que atraviesan la región. Hay también numerosos adipocitos y muy pocos cúmulos celulares hematopoyéticos inactivos. Estos centros hematopoyéticos latentes pueden reactivarse frente al aumento de la demanda de eritrocitos.
Tipos celulares
Un análisis histológico de la médula ósea roja revela una abundancia de células progenitoras y sus derivados en varias etapas de su desarrollo. Típicamente, las células progenitoras son más grandes que sus productos finales. El sufijo “-blasto” a menudo quiere decir que la línea celular referenciada es la que origina a aquella serie (por ejemplo, los eritroblastos son las células precursoras de los eritrocitos). La siguiente lista enumera líneas celulares encontradas en la médula ósea.
- Granulocitos - son una línea especial de glóbulos blancos que poseen gránulos secretores en su citoplasma. Hay tres tipos de granulocitos: eosinófilos, basófilos y neutrófilos.
- Monocitos - son leucocitos que se diferencian a macrófagos. Recordemos que existen diferentes subtipos de macrófagos dependiendo de la región del cuerpo. Por ejemplo, las células de Kupffer en el hígado o las células de Langerhans en la piel.
- Eritrocitos - son las células anucleadas y bicóncavas encargadas de transportar oxígeno.
- Megacariocitos - son células voluminosas responsables de la trombocitogénesis (producción de plaquetas o trombocitos).
- Linfocitos - son células del sistema inmune. Todos los linfocitos son producidos en la médula ósea, sin embargo, un subgrupo de linfocitos madura en el timo (linfocitos T).
El estroma de la médula ósea también contiene múltiples células precursoras de origen mesenquimático. Entre ellas se incluyen líneas celulares totipotenciales que son capaces de diferenciarse en condrocitos (células cartilaginosas), osteoblastos y osteoclastos (células óseas), además de adipocitos (células grasas), miocitos (células musculares) y células endoteliales.
Irrigación
La médula ósea es irrigada por las mismas arterias que proporcionan nutrientes al hueso circundante. Una arteria nutricia y dos venas nutricias usualmente recorren cada foramen nutricio del hueso para ingresar a la médula ósea. Usualmente existen dos principales en los huesos largos, mientras que los huesos planos presentan mayor cantidad de forámenes y por ende de arterias. La arteria nutricia se bifurca tras el ingreso a la médula ósea, y cada arteria viaja entonces en el sentido del eje mayor del hueso en direcciones opuestas y realizando un recorrido tortuoso alrededor de la vena central longitudinal de la médula ósea.
Las arterias antes mencionadas emiten entonces una multitud de arteriolas y capilares de paredes delgadas que se dirigen de vuelta a la corteza ósea. En las cercanías del hueso estos vasos sanguíneos se anastomosan además con plexos de venas sinusoidales que drenan su contenido en venas colectoras; llevando la sangre de vuelta al centro de la médula para tributar en la vena central, la cual a su vez vierte su contenido (sangre que contiene células sanguíneas recién formadas) a las venas nutricias. Hasta la fecha no se ha demostrado la existencia de linfáticos dentro de la cavidad medular.
Inervación
Los conductos nutricios y la foramina epifisaria y metafisaria también transportan fibras nerviosas mielínicas y amielínicas al hueso y, por extensión, también a la médula. Algunas de estas fibras actúan como vasa nervosa, inervando la musculatura lisa de las paredes de los vasos sanguíneos así como al tejido hematopoyético de la médula.
Correlaciones clínicas
Aspiración de médula ósea y biopsia.
La hematopoyesis no solo es importante para la mantención del metabolismo (por ejemplo la producción de eritrocitos que transportan oxígeno), sino también para la mantención del sistema inmune (producción de células blancas mediante la leucogénesis). Estados fisiológicos y patológicos pueden afectar el estado de la médula ósea, de tal modo que la médula podría volverse hipercelular o hipocelular. El concepto de celularidad de la médula ósea se refiere a la cantidad de células hematopoyéticas presentes en ella en relación con la cantidad de adipocitos.
Para evaluar adecuadamente la composición de la médula ósea, los clínicos pueden realizar una aspiración o una biopsia de médula ósea. Ambos procedimientos permiten conseguir una muestra de médula ósea roja que puede ser descalcificada y procesada para su evaluación histológica. Este procedimiento ha sido históricamente denominado “trepanación”, término antiguamente usado para identificar la práctica obsoleta de perforar el cráneo con fines terapéuticos.
La aspiración de médula ósea consiste en introducir una aguja de características específicas (normalmente de gran tamaño) para el procedimiento a través de la piel y dentro del hueso, en un campo estéril. La muestra resultante es ideal para un estudio citológico. La biopsia de médula por otro lado podría proporcionar un tamaño mayor de muestra y por lo mismo una evaluación más precisa de la celularidad de la médula ósea. Más importante aún, la biopsia incrementa la posibilidad de detectar y muestrear lesiones focales, así como el grado de daño causado por esta. Por otro lado, la obtención de una biopsia de médula ósea le permite al clínico comprender la arquitectura general más allá del espacio intratrabecular. Existen indicaciones diagnósticas y terapéuticas tanto para la biopsia como para la aspiración de médula ósea.
Las siguientes son las indicaciones para realizar una biopsia o aspiración de médula ósea:
- Es ideal para investigar la depleción de cualquier o todas las líneas celulares que se encuentran en ella (por ejemplo en leucopenia, mielodisplasia, trombocitopenia o anemia)
- Del mismo modo, con estos procedimientos es posible investigar la etiología de cualquier aumento inexplicable en las líneas celulares antes mencionadas.
- Se podría comprobar la causa de discrepancias morfológicas (rouleaux o eritrocitos en pila de monedas, reacción leucoeritrobástica, eritrocitos en forma de lágrima o dacriocitosis)
- Es de utilidad en la monitorización de la progresión de una enfermedad o en la respuesta a terapia
- Los clínicos pueden también determinar si la médula ósea ha sido objeto de metástasis.
- Aún cuando no es la primera opción en este escenario, podría incluirse como parte de una investigación de un paciente con fiebre de origen desconocido, así como de aquellos con un agrandamiento inexplicable de un órgano linfático primario o secundario (hepatomegalia o linfadenomegalia).
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